Erwin Blumenfeld

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No sé si la casualidad, la suerte o el destino podrían explicar la agitada vida de Erwin Blumenfeld. Quizá su pasión por la fotografía fue la que provocó todas las peripecias de su vida, quizá fue el azar.

Su tío le regaló su primera cámara a los 10 años, le gustaba hacer collages y usaba en ellos sus propias fotografías. Con esa cámara empezaría a experimentar y ya no pararía nunca. Presumía de no respetar las reglas en la fotografía: si los negativos no podían superar la temperatura ambiente, los hervía, y si no podían estar a bajas temperaturas, los congelaba. Usaba además todo tipo de recursos en su mano: doble y triple exposición, solarización… Fue muy vanguardista y en sus primeras obras se nota la influencia dadaísta, que no perderá a lo largo de su vida. Es considerado uno de los fotógrafos más innovadores e influyentes del siglo XX, y sus obras serán copiadas a menudo, incluso actualmente, tanto en fotografía como en video.

Además de su fotografía propiamente artística, trabajó para las revistas y marcas de moda más importantes de su tiempo, en las que introdujo su estilo, e influyó a los que vendrían después. Su tema preferido, en cualquier ámbito, era la mujer, e incluso en sus fotografías de moda, captaba a las modelos más cómplices con la cámara, en un momento en el que se las fotografiaba como si fuesen maniquíes.

Hace poco lo describieron con estas palabras: “fue más brillante que Man Ray experimentando con la fotografía, y está por encima de Irving Penn en la fotografía de moda”. Aunque su primera gran exposición no fue hasta 1996 su obra ha influido a muchos fotógrafos como Irving Penn, William Klein o Richard Avedon.

Así como de innovadora fue su obra, fue de ajetreada su vida.

Participó en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancias (a pesar de que nunca había aprendido a conducir antes), e incluso llevando la contabilidad de un burdel propiedad del ejército alemán. Planeaba desertar, y cuando se lo contó a su madre ella recurrió a su hermano, nacionalista alemán. Esto le causó graves problemas, pero afortunadamente no encontraron pruebas y tuvo que volver a la guerra sin mayores consecuencias. Al final fue incluso condecorado con la cruz de hierro, pero no por ningún acto de valor (lo que le resultaba irónico), sino por haberles enseñado a hablar francés.

Tras un encuentro de lo más peculiar, se hizo amigo de George Grosz. Es el dadaísmo lo que más caracteriza los collages de Blumenfeld. Éstos tardarían mucho en salir a la luz, porque nunca fue su intención, se los regalaba a sus amigos, los enviaba en cartas… Algunos destacan por su contenido político.

En 1921, después de casarse, se mudó a Amsterdam con su mujer y allí abrieron una tienda de bolsos de piel. En un momento en el que Blumenfeld parecía estarse alejando de la fotografía, encontró un cuarto oscuro totalmente equipado en la planta superior. Fotografía a sus clientes y expone las imágenes en la tienda, que acaban teniendo más éxito que los propios bolsos.

Entre otras, fotografió a la hija del pintor George Rouault, que era dentista y le ofreció exponer sus fotografías en su consulta parisina, que además de conseguirle más contactos, le presentaría a su padre y otros artistas como Matisse. Decide entonces mudarse a París con la idea de convertirse en fotógrafo profesional. Pronto sus fotografías se publican en la revista Verve.

En el año 38 ocurre algo cambiará su vida, lo visita Cecil Beaton, que impresionado por la originalidad de sus fotografías experimentales en Verve, quiso conocerlo. Fue él quien le ayudó a conseguir trabajo en la revista Vogue, y con ese dinero trae a toda su familia a París. Ya todo parecía ir bien, y comienza la Segunda Guerra Mundial. Blumenfeld era un judío en París con pasaporte alemán. Su mujer y sus hijos fueron clasificados como holandeses, y por lo tanto aliados, pero él y su hija Lisette fueron clasificados como judíos alemanes e internados en diferentes campos de concentración. Mientras tanto sus collages sobre Hitler son utilizados como propaganda antialemana.

Durante ese tiempo, sus fotografías se conservaron de una manera muy casual también, como otros sucesos de su vida. Viendo que tendría que escapar metió sus obras en dos maletas y pensando qué hacer con ellas conoció a una mujer en una cafetería y le pidió que las guardase hasta que volviese. Así lo hizo, devolviéndoselas intactas casi 10 años después.

Cuando por fin pudieron huir de Francia, consiguieron visados y se marcharon a Nueva York. A los 3 días de llegar Blumenfeld ya trabajaba para Harper’s Bazaar, la revista de moda más prestigiosa en Estados Unidos en aquel momento, que se independizaba de la moda francesa.

Erwin Blumenfeld fotografiaba para marcas tan conocidas como Vogue, Haper’s Bazaar, Life, Helena Rubinstein, Elizabeth Arden y L’Oreal. En 1950 era el fotógrafo mejor pagado del mundo.

A finales de los 50 comienza a hacer vídeos de moda, sugiriéndoles a sus clientes que sus productos se verían más increíbles aún en movimiento, y que así podrían promocionarse en televisión. Sus clientes no se entusiasman tanto con la idea, pero ahora vemos lo que serían los primeros anuncios de moda o cosméticos.

Marina Schinz, ayudante desde 1961, se convirtió en su pareja. En otra de las “casualidades” de su vida, Marina era hija de un famoso radiólogo suizo, tan famoso que Hitler acudía a él para tratar algunos problemas de salud. No olvidemos que Blumenfeld era judío y alemán, y sus collages usados como propaganda antialemana. Fue en 1969, pasando con ella un tiempo en Roma, cuando vio que podía estar sufriendo algún tipo de grave enfermedad y decidió provocarse un ataque al corazón. Dejo de tomar sus pastillas y corrió arriba y abajo las escaleras de la plaza de España hasta que lo consiguió.

Desde luego que pocos artistas hemos tratado con una biografía tan variopinta.

Más información:
Trailer del documental: «The man who shot beautiful women»
Web con sus vídeos experimentales de moda
Artículo
Wikipedia

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